lunes, 31 de julio de 2017

¡Harta de las Fiestas Patrias!



    ¡Harta de las Fiestas Patrias!
    30 Jul 2017 | 6:0 h - La República.
    Maritza Espinoza
    Sí, ya sé que dirán que soy algo así como la Grinch de las Fiestas Patrias, pero no podía sentirme más feliz de que hayan terminado todas las celebraciones y cuchipandas de estos días en que los peruanos nos sentimos obligados a demostrar nuestro amor por el suelo que –por pura casualidad– nos vio nacer (y, por supuesto, crecer, pero esa es la parte fea de esta historia).
    Personalmente, cada año, las Fiestas Patrias significan todo un vía crucis, porque tengo la mala suerte –solo por estas fechas– de vivir en el pundonoroso distrito de Jesús María, donde se concentra la mayor parte de actividades patrioteras que incluyen desde el bendito desfile escolar –esa tortura inventada por algún trasnochado “teniente Gamboa” que pensó que la única manera de mostrar amor a la patria era marchando como robotitos militarizados–, hasta el desfile militar del 29, esa exhibición gratuita de tanques, perros y caballos que tanto entusiasma a algunos filocastrenses.
    No habían pasado los primeros días de julio, cuando los habitantes de Jesus Mary nos encontramos con un tráfico de los infiernos, y no solo porque, para variar, la avenida Brasil había sido copada para armar los estrados para el desfile (Labor que les toma… ¡Un mes entero!), sino porque a algún genio de la planificación se le ocurrió que no había mejor oportunidad para realizar obras en la avenida Estados Unidos, bloqueando así la única vía de escape de la zona y convirtiendo al distrito en una sucursal del infierno.
    Dicho sea de paso, hasta ahora no entiendo por qué el desfile castrense tiene que ser uno de los ejes de la celebración patria (algo así como la hora loca patriotera), como si la exhibición de uniformes y armamento militar fuera lo único que nos convierte en verdaderos peruanos. ¿En serio la tradición de Fiestas Patrias no puede exhibir algo más que armas y agresividad con los vecinos? ¿Somos acaso un pueblo culifruncido que no sabe más que pensar en guerras? ¿Quién dijo que “celebrar” el aniversario de la patria solo pasaba por el tatachín de la cachaquería más burda?
    Pero, bueno, vaya y pase el desfile militar –que, a mí, como a muchos peruanos, nos deja fríos y aburridos–, pero lo que ya es imperdonable es que los escolares de nuestro país tengan que hacer el patético remedo del evento castrense actuando como mini soldaditos rasos en la avenida de la peruanidad. ¿Qué hacen esos pobres chicos marchando, rígidos y aburridos, con una adustez que no condice para nada con su juventud y alegría natural? ¿Cuándo el Minedu va a parar esa triste exhibición de espíritu militarista en un país que hace mucho dejó atrás las guerras? ¿Por qué cada escolar peruano tiene que ser obligado a convertirse en un Antaurito cuando debería estar exhibiendo más bien su espíritu de compañerismo, con alegría, risas y pullas, que es como realmente nos mostramos los peruanos cuando estamos alegres?
    Dicen que somos de los países menos felices del continente y, viendo el desfile escolar, no me sorprende en absoluto. ¿Cómo vamos a ser felices si desde chicos nos enseñan a aguantarnos la alegría y a poner cara de estreñimiento para que los profes queden bien ante la Ugel? ¿Imaginan ustedes lo espantoso que debe ser que, a esa edad, no puedas ni siquiera rascarte la nalga durante horas enteras, en un ritual que no tiene ningún otro sentido que hacer honores a una obsoleta tradición milica? ¿Alguien cree que los muchachos peruanos vayan a querer a su patria ni un poquito más después de ser sometidos a esa salvajada de ser domesticados, gritados y forzados a marchar por horas, peor que alumno de la Pedro Paulet?
    Pero si esa es una tortura al espíritu adolescente, también debe parar ese vómito de música criolla en radios, calles y microbuses, porque llega un momento en el que, de tanto Augusto Polo Campos, Lucha Reyes y Jesús Vásquez, uno siente la necesidad imperiosa de mudarse a Pellotillehue para no seguir hinchándose los oídos de tanto “cuandodespiertanmis ojosyveoque sigo viviendocontigoPeruuuu...”
    La música peruana es amplia y variada, y no se queda en los valsecitos que el gobierno militar de los años setenta nos obligó a escuchar matiné, vertmouth y noche, así que seguir identificando aniversario patrio con “y se llama Perú, con pe de patria” solo nos habla de un país que ha sido incapaz de generar canciones de amor patrio que puedan cantar las nuevas generaciones.
    Pero, dirá usted –alienado por años a celebrar Fiestas Patrias con valses, marineras, desfiles militares y (a menudo soporíferos) discursos presidenciales–, ¿cómo celebrar entonces el cumpleaños de este país llamado Perú? Pues, fácil: tal como se celebra cualquier otro cumpleaños: con tonos, con alegría, con compañerismo, con chelas, con bromas, con polladas. Y, lo más importante, invitando a todos los vecinos. ¿O acaso la patria no tiene derecho a pasarla bomba justo el día de su cumple?
    Llega un momento en el que, de tanto Augusto Polo Campos, Lucha Reyes y Jesús Vásquez, uno siente una necesidad espantosa de mudarse a Pellotillehue y cambiarse de nacionalidad”.


    ACTIVIDAD:
    1.  Analizar el  texto "¡Harta de las Fiestas Patrias" , luego argumentar en tres párrafos, dando a conocer tu punto de vista. 
    2. Recomendaciones: Tu comentario debe tener un título original, argumentación auténtica,  conclusiones y  el  texto  debe estar debidamente justificado.

jueves, 8 de junio de 2017

¿Quién corrompe a quién?

La República
¿Quién corrompe a quién?
Escribe:
¿Quiénes ahondaron la corrupción en el Estado?, ¿partidos o independientes?, ¿“políticos profesionales” o tecnócratas a tiempo completo?, ¿viejas o nuevas autoridades?, ¿empresarios extranjeros o nacionales?, ¿abogados de buffet inalcanzables o  emergentes con ganas de poder? Al parecer nadie se salva de la rumba.  Pocos son los que pasan la prueba ética del poder (el no usarlo para enriquecerse o enriquecer a otros). No es por necesidad; el presidente del club social más caro del Perú, el Regatas, está involucrado en el soborno de Odebrecht al señor Acurio, ex gobernador del Cusco y militante del Nacionalismo. La ideología no te salva; en Tía María militantes de Tierra y Libertad negociaron por debajo con la Minera. Cayeron “ricos”, cayeron “ideologizados”.
El Estado Peruano ha perdido entre el 80% de sus arbitrajes. Solo hasta el 2016, Odebrecht ganó 35 de 41 arbitrajes, 30 en el Ministerio de Transporte  (270 millones de dólares de pérdida). Deben esos funcionarios explicaciones. Este modelo de promoción de inversiones y negociaciones, no estaba abierto a militantes de partidos. ¿Acaso no eran profesionales solventes “a-políticos” de una clase media sólida los que condujeron este modelo?,  ¿ellos ganaban  poco como para que no activen un mayor esfuerzo o interés por defender al Estado o no caer en corrupción? Cayeron funcionarios bien pagados y “capacitados”.
Entre 2009 y el 2017, Contraloría reporta 10,670 responsabilidades penales a nivel de gobiernos regionales y 11,998 a nivel de municipios (Total: 12,961 funcionarios en actos de corrupción). Los partidos casi han desaparecido en regiones y municipios.  La  corrupción enlaza autoridades nacionales, regionales y locales nuevos o de cualquier origen. Cayeron los nuevos en Lima y  provincias.
La crisis de los partidos alejó a sus militantes de las decisiones “técnicas” de la  gestión pública. Pero –aunque menos– sus militantes también han caído. Lo cierto es que los partidos no propusieron una alternativa a la debilidad del Estado ante la corrupción y el capital mercantilista y no contrapesaron a cierta tecnocracia ducha en lo público. Se transfirieron las decisiones a expertos que hicieron este super modelo de concesiones y asociaciones. Tecnócratas, gerentes especialistas, reguladores, expertos –la mayoría sin militancia– promovieron, permitieron o no advirtieron la alta vulnerabilidad estatal ante la corrupción.  Ante un Estado con recursos y débil para resistir los embates del dinero, solo  ayudan los principios. Ni ser de izquierda ni derecha; ni rico ni pobre; ni centralista ni descentralista; ni político militante ni tecnócrata independiente. Solo los principios; lo que más se pierde y que poco se estudia en estos tiempos.